La leyenda del pozo mágico

HACE mucho tiempo, en un lugar casi inaccesible para las personas, cuenta la leyenda que había un pozo mágico. La magia del pozo consistía en que su agua tenía poderes curativos.

En un reino llamado Camelot, un rey, con esposa y tres hijos, vivía en su castillo. El rey cayó enfermo de alzhéimer y fue visitado por algunos de los médicos más famosos del reino. Ninguno de ellos fue capaz de encontrar solución a su enfermedad porque no existía cura. Fueron pasando los días y el rey cada vez estaba más enfermo.

Un día de tormenta tocaron a la puerta del castillo y la sirvienta, al abrir, vio que se trataba de un vagabundo que estaba asustado. El vagabundo dijo:

—Por favor, dadme cobijo en esta noche de tormenta.

La reina contestó:

—Por supuesto, pasad. Mañana podrá continuar su viaje, cuando la tormenta haya pasado.

El vagabundo fue atendido por los criados del castillo y después de pasar la noche se dirigió a la alcoba del rey para darle las gracias por su hospitalidad. Viendo el vagabundo lo enfermo que se encontraba, le dijo a la reina:

—Su enfermedad solamente será curada por las aguas del pozo mágico, que se encuentra en un reino muy lejano al final de Camelot. Solo podrá acceder a él una persona de corazón sincero, porque si no es así, el ogro lo matará.

Dicho esto, el vagabundo prosiguió su camino. Pasaron varios días y la reina decidió hablar con sus hijos. Tras explicarle la situación en la que se encontraba su padre y lo que el vagabundo había dicho, le pidió al mayor de los hermanos que lo intentara.

El hermano mayor cogió unos de los mejores caballos de las caballerizas reales y emprendió el camino hacia aquel reino lejano que se encontraba al final de Camelot. Tras varios meses de viaje se encontró por el camino un pobre señor que le dijo:

—Por favor, deme un trozo de pan, llevo varios días sin comer.
—¿Pan? ¡Antes prefiero dárselo a los perros! –dijo el muchacho y el pobre señor se dio cuenta de que el chico era malo, pero, aún así, le preguntó:
—¿Estás buscando el pozo mágico?
—Sí, ¿me podría decir el camino? –preguntó el hijo mayor.
—Sí, toma el camino de la izquierda y siga recto.

Dicho esto, el muchacho siguió avanzando. Tomó el camino de la izquierda, y allí fue atacado por el ogro que guardaba el pozo mágico. El ogro, como sabía que no era sincero ni bueno, lo mató.

La reina viendo que su primer hijo no regresaba, pues ya habían pasado seis meses de su partida, mandó al segundo. Hizo exactamente lo mismo que su hermano mayor porque era igual de malo que él. Cogió el mejor caballo y pasados unos meses se encontró con un pastor que le dijo:

—Por favor, ¿podrías ayudarme a sacar un corderito que se ha quedado enganchando en aquella alambrada?
—¿Yo? ¡Por favor! No pienso ensuciarme las manos, con lo limpio que soy yo. Ni hablar.
—¿Estás buscando el pozo mágico? –preguntó el pastor.
—Sí, ¿podría decirme dónde está?
—Sí, siga este sendero y, cuando llegue al final, encontrará dos caminos: coja el de la izquierda y lo hallará.

El muchacho hizo lo que le dijo el pastor y, como era de esperar, le sucedió lo mismo que a su hermano.

Viendo la madre que tampoco volvía el segundo de sus hijos, perdió la esperanza de que el rey pudiera curarse porque no quería mandar a su hijo pequeño. Ella no quería quedarse sin ninguno.

El más pequeño de los hermanos viendo la tristeza que tenía su madre dijo:

–Yo iré, madre.
–No, hijo mío, no quiero perderte a ti también, porque no quiero que te pase lo mismo que a tus dos hermanos.
–No, madre, a mí no me perderás. Volveré con la cura para mi padre, porque yo no soy igual que mis hermanos.

El muchacho cogió uno de los peores caballos, porque no le importaba tardar más o menos, y se dispuso a emprender el viaje. Pasados unos meses, llegó al reino muy lejano. La primera persona que se encontró fue a una doncella que le pidió ayuda para poder ir a su reino. El muchacho sorprendido ante la belleza de la doncella, no dudó en bajarse de su caballo para que ella se montase y juntos prosiguieron el camino hacia el pozo mágico.

Después de varios días se encontraron a una anciana que les pidió un poco de dinero para poder alimentarse. El muchacho no dudó y sacó de su chaqueta una bolsa de monedas y se la entregó. La anciana le dijo:

–Gracias por su generosidad.
–No hace falta que me las dé.
–¿Está buscando el pozo mágico? –preguntó la anciana.
–Sí.
–Siga el sendero y cuando llegue al final encontrará dos caminos. Siga el camino de la derecha, allí verá el pozo mágico vigilado por un ogro azul. Para poder coger agua le tendrá que dar su caballo al ogro a cambio de ella, porque los caballos son sus animales favoritos.

El muchacho le dijo a la doncella que antes de llegar al pozo mágico, la llevaría a su reino, pero la muchacha se negó. Entonces, el chico hizo lo que la anciana le indicó. Después de recoger el agua del pozo mágico, viendo el ogro azul que el muchacho y la doncella se disponían a regresar andando, les regaló uno de su mejores caballos y una bolsa de dinero. La doncella decidió irse con el muchacho a su reino porque, desde hacía varias semanas, estaba enamorada de él.

La reina había perdido todas las esperanzas y se lamentaba de haber dejado ir a su hijo pequeño, porque creía que no estaba preparado para aquella tarea, pero, a los pocos días, el hijo regresó. Le dio a su padre el agua y el rey se curó.

Pasadas unas semanas, el hijo pequeño se casó con la doncella porque él también se había enamorado en aquel largo viaje. Todos hicieron una fiesta y fueron muy felices, aunque en sus recuerdos siempre quedarían los dos hermanos que murieron.

Cristina del Río Rodríguez  (1º Eso. 13 años).

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