El perdón

HA sido más humillante que nunca. Siguen avergonzándose de mí. Nada más llegar. Ha sido horrible. Tenían visita y me han echado de la habitación, diciendo que yo era el mayordomo. Solo por mi físico. Ya sé que no soy perfecto, que tengo un bulto en la cara y la cabeza un poco deformada. Vale que me lo diga la gente que no me conoce, que se me queden mirando por la calle o en el autobús de vuelta a casa, pero que mi familia se avergüence de mí, me duele mucho. Por los pocos recuerdos que tengo de mi padre, sé que él nunca lo hizo. Siempre estaba a mi lado. Mi madre solo quiere a Juan y a María, mis hermanastros, y lo demuestra, siempre que puede, en pequeños detalles. Ellos, por ejemplo, siempre van vestidos mejor que yo. Pero yo he aprendido a perdonar. Cuando murió mi padre me quedé solo. Ahora no me acuerdo de qué murió mi padre, ni de su segundo apellido, ni de la fecha de su cumpleaños, solo me acuerdo de que me quería y eso nada ni nadie me lo quitará de la mente. De cualquier manera, no le guardo rencor a mi familia. Ya los he perdonado. Ellos son, en realidad, los que tiene de qué avergonzarse.

Inmaculada Lorenzo González. (1º ESO. 13 años)

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